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30 de mayo de 2012

LA CRISIS CONTADA A MI HIJO DE 17 AÑOS

Ayer intentaba explicarle a mi hijo de 17 años lo que son las crisis cíclicas del capitalismo a la luz de la teoría marxista. La verdad es que creo que me enredé y que el muchacho salió de la habitación con el temor no de una crisis económica global, sino de si a su padre no le estará ya visitando ese médico alemán que hace que se te olviden las cosas.

Y el caso es que la cuestión no es tan complicada. Hay unos señores que quieren enriquecerse fabricando y/o vendiendo cosas, las que sean: manufacturas, servicios o el propio dinero como hacen los bancos y entidades financieras. El negocio es fabricarlas baratas y venderlas caras. En la diferencia está el enriquecimiento.

Para ello, en primer lugar, tenemos que comprar las materias primas al precio más barato posible. Pero cuidado: si por coacción, engaño o fuerza bruta pagamos al vendedor de la materia prima a precios de ruina, y le cobramos por el producto unos precios de escándalo  empobrecemos a ese vendedor de tal forma que no podrá comprar nuestros productos o le endeudaremos de tal modo que al final le llevaremos a un nivel de pobreza tal que no nos será útil como cliente. Es lo que han hecho los países ricos con los países pobres o los bancos con muchos de sus clientes.

Ya tenemos la materia prima. Ahora hay que fabricar el producto de forma que los costes de producción sean los más bajos posible para que la diferencia con el precio de venta sea la máxima. Una de las formas más fácil de conseguirlo es abaratando los salarios de los trabajadores. Pero otra vez nos encontramos con el mismo problema: esos trabajadores, a su vez, son los que luego irán a los grandes almacenes, a concesionarios de coches, a la inmobiliaria o al banco a comprar los productos. Si les pagamos excesivamente poco, si les dejamos a un nivel de supervivencia, no podrán ir a esos sitios a comprar nuestros productos y tendremos que cerrar el negocio por falta de ventas. Y si cerramos, no sólo dejamos de ganar sino que dejamos a un montón de gente sin empleo que podrán comprar aún menos, con lo que arruinaremos a más negocios aún. Incluso si eso no ocurre, podemos caer en la tentación de producir mucho más de lo que realmente se puede vender (por ejemplo, casas) con lo que al final nos tenemos que comer las patas como los pulpos y el efecto final es el mismo: cierre de empresa y desempleo.

Ya tenemos dos o tres causas por las que la economía se nos puede ir al traste, tal y como ocurrió en el crac del 29. Para compensarlo en los años 40-50 del siglo pasado se dio con la solución: el Estado como regulador. Los ciudadanos/trabajadores pagan un montón de impuestos que se detraen de sus salarios y a cambio se les aseguran los servicios básicos. Teniendo jubilación, sanidad , educación  y el riesgo de desempleo asegurados, la parte de lo que les quede libre del salario lo pueden emplear en comprar lo que quieran, cuanto más mejor. Es más. El Estado asegura una salario mínimo que asegure que el sistema funcione e incluso en aquellos sectores donde los empresarios no quieran invertir porque no es negocio, ahí irán los recursos públicos a paliarlo y de paso crear más empleo: carreteras, ferrocarriles, pantanos, puertos etc…

Medio funcionó el sistema pero también tenía su cáncer dentro: los negocios rentables para la empresa privada y los ruinosos para el Estado. Incluso cuando los rentables dejaban de serlo, por una mala gestión, por ejemplo, también debía hacerse cargo el Estado para no dejar un montón de gente en el paro… que también paga el Estado.

Así hasta que llega el momento que el Estado tiene más gasto que lo que ingresa por los impuestos. Habrá un límite en que éstos no se pueden subir más, porque entonces se empobrece la población y  estamos en las mismas: dejan de consumir y todo el entramado del negocio se hunde. Así que al Estado no le queda más remedio que pedir dinero prestado a aquellos que lo tienen.

Y ahí es donde entra la figura maldita del especulador: aquél que, sin producir nada, se enriquece jugando con el dinero. El Estado se tiene que comprometer a pagar unos intereses por el dinero que pide prestado y el especulador procurará que esos intereses sean lo más elevados posibles. Cuanto más se endeude el Estado más desesperadamente necesitará el dinero y más altos se le cobrarán los intereses hasta que llegue el momento en que esos intereses sean incluso mayores que la propia deuda y el estado entre en quiebra, se le dé el nombre que se le quiera dar a esa quiebra.

A partir de ese momento el ciclo de la crisis toca fondo: el ciudadano /comprador queda desamparado con lo que se hunde el consumo. Las empresas cierran por falta de negocio y el Estado no tiene dinero ni crédito para ayudar a esas empresas ni para iniciar un plan de grandes inversiones públicas que den trabajo y negocio. Y los que se han enriquecido espectacularmente con la especulación y con su prima hermana, la corrupción, dominan mercados, gobiernos y sociedad. Es llegado el momento de buffet libre para los tiburones a costa de gobiernos y trabajadores/ciudadanos.

Nunca ha habido salidas claras, dulces y pacíficas a estas situaciones: desde las revueltas por escasez de alimentos en la Edad Media, pasando por la Revolución Francesa y terminando por la II Guerra Mudial, las grandes crisis han terminado como el rosario de la aurora. Pero no es cuestión de ser agoreros: las circunstancias actuales son completamente distintas, el estado del bienestar (ciudadanos protegidos a cambio de sus impuestos) se tambalea pero se mantiene, estamos a tiempo que las organizaciones internacionales reaccionen (UE, BCE, FMI…) el problema no es de producción, realmente, sino de especulación y sobre todo, queda la gran esperanza: que el ciudadano reaccione; que diga de una vez !basta ya! , exija responsabilidades y limpie el sucio patio en el que estamos chapaleando. La esperanza es nuestra, pongámosla a trabajar. 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La solución, es la banca Islámica, abolir los intereses...
Quien lo iba a decir !!

/ ironic mode off/

Antonio dijo...

Todo lo que era rentable en el estado lo privatizaron... bueno, todavía falta "Loterias y apuestas del Estado"... pero caerá más pronto que tarde. Con su permiso, dígale a su hijo: que la culpa de todo la tuvieron los políticos (se salvan pocos)... y que en cuestiones de economía en España no hay diferencias de estrategia entre los partidos políticos que llegaron a gobernar el país. Ninguno de ellos se preocupó de luchar contra el fraude, la corrupción y la evasión de capitales. Ninguno de ellos evitó privatizar la energía eléctrica... evitó los recortes, evitó malgastar, evitó subir el IVA, las retenciones, evitó precarizar el mercado laboral... ninguno evitó engordar la nómina del estado con infinidad de asesores, coordinadores, subdirectores, subsecretarios, directores. Ninguno evitó desde sus puestos en los consejos de administración de las cajas de ahorros el derrumbe del mundo financiero.
A todo eso le podemos sumar la mafia que se esconde tras el FMI, el BM, el BCE y esas agencias calificadoras que hoy se alojan en suntuosos edificios, cuando en los 50 ocupaban pequeños locales de alquiler.
Por último, añadamos el MIEDO de los ciudadanos a la situación, a perder el trabajo, a no poder afrontar los pagos de cada mes. MIEDO que nos atenaza y que nos lleva a tragar con todo. El MIEDO a que la situación todavía puede ser peor. Hasta el MIEDO a perder las libertades. Uff... vaya arenga de 15M ;-) me salió.

Daniel García-Parra dijo...

No es ninguna arenga, Antonio. Es la pura realidad. Gracias por la aportación

Pilar Arnal dijo...

Gracias por su explicación, necesariamente larga, pero muy didáctica. Ya hace un tiempo escribí en mi bloc pidiendo una explicación a todo esto que está pasando, para mis alumnas y alumnos de 12 años interesados en conocerla. Voy a enlazarles su escrito.