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29 de noviembre de 2012

LA VIEJA ESCUELA



Existe en Vélez Rubio, último pueblo de Andalucía antes de entrar en tierras murcianas, un recoleto museo digno de todo elogio por su científica pulcritud, su estructura didáctica y por las interesantes piezas que muestra.

Y su originalidad. Me quedé absolutamente sorprendido al encontrarme con un aula de antigua escuela perfectamente montada. Los pupitres para sentar a los alumnos de dos en dos hacían que el “compa”, el chaval con quien compartías el destartalado mueble pasase a ser amigo para toda la vida. Los tinteros de porcelana en el centro del tablero que permitían aprender a escribir con pluma (no estilográfica sino un mango y un “tajo”) y de paso volver a casa hecho un Ecce Homo de tinta.

 Los mapas murales todavía con los imperios coloniales representados en su superficie. Las  láminas que nos explicaban la Historia Sagrada en dibujos de colorines. 



La esfera del mundo en la mesa del profesor junto a la vara (a veces más que vara) que regulaba comportamientos y abría duras molleras a los arcanos del conocimiento.

Todo estaba ahí, en el Museo, como suspendido en el tiempo, esperando a aquellos chavales con nuestras batas grises y nuestros mocos colgando en un catarro sempiterno. Incluso con el envase de la leche en polvo americana que tánta hambre quitó a la chiquillería hija de la Guerra Civil y la miseria franquista subsiguiente; ese franquismo representado por las fotografías del dictador, del creador de la Falange y por el crucifijo del nacional-catolicismo que presidían el aula en su testero.

Podría enredarme por enrevesados vericuetos nostálgicos mirando esa escuelita de la niñez, pero ya hubo quien lo hizo con pluma maestra. Creo que ustedes agradecerán más un poemita de don Antonio Machado. Con él les dejo.

Monotonía de lluvia tras los cristales…


Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha de carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado: “Recuedo infantil”

Fotos realizadas por el autor.

3 comentarios:

José Luis Rodríguez dijo...

Precioso recuerdo, sí señor. Enhorabuena por el artículo y la contención de los textos. ¡Cuántos recuerdos nos vienen a la mente! Y conste que no soy de los que defienden lo de "cualquiera tiempo pasado fue mejor"...

Ginés dijo...

Precioso comentario y mas habiendo sido alumno y maestro en una de esas aulas. Aun conservo en mi casa tres libros de esa época:
Yo soy español. Letras y dibujos rojos.
Hemos visto al Señor. Letras y dibujos azules.
A si son las cosas. Todo en verde.

Gracias

Ginés dijo...

Me he dado cuenta después de salirme, la fecha que tiene la entrada. ¿Ha sido a proposito?

Gracias de nuevo de parte de un maestro