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16 de septiembre de 2012

LA PUERTA DE LOS BURROS


En el lateral exterior de una de las dependencias del claustro de la Catedral Vieja de Salamanca, existe una puerta pequeña, sin ningún tipo de adorno, que se llama o la llaman la Puerta de los Burros.

Me encantan y me atraen esos nombres y toponímicos que huelen a trasera historia jugosa. Ya les hablé aquí de la milagrera calle de Tentenecio o de la curiosa figura del Padre Putas. Es por ello que procuré informarme del motivo del asnal nombre del portillo catedralicio. No tuve que esforzarme mucho. Para entender de curiosos anécdotas no hay sino que arrimarse a un grupete de provectos turistas con guía, quien contará toda clase  banalidades y chascarrillos olvidando toda información cultural interesante.

A lo que íbamos. Al parecer hay dos teorías sobre el origen de la Puerta de los Burros. La primera tiene visos de historia seria. Cuando los aldeanos y agricultores del alfoz salmantino venían a pagar los impuestos de diezmos y primicias a la Santa Madre Iglesia (sin comentarios, hoy no me late la vena volteriana) entraban en el recinto de la catedral por esa puerta para depositar sus productos que, lógicamente, traían a lomos de noble burro. De ahí el curioso nombre.

No es la primera vez que me encuentro con este hecho en estas tierras castellanas y leonesas. En Alaejos vi un edificio llamado Casa de los Diezmos porque cumplía exactamente con la misma función: recibir y guardar la décima parte de las cosechas (diezmos) o los primeros frutos y hortalizas (primicias) para mantenimiento de curas, frailes y prebostes eclesiales. A las nuevas generaciones hijas de egebés y esos les puede resultar extraño pero en mi niñez estudié la obligación del pago de estos impuestos dentro de los Mandamientos de la Iglesia.

La segunda teoría sobre la Puerta de los Burros tiene más esencias de jugosa chocarrería popular. Resulta que en una de las dependencias del claustro de la Vieja Catedral era el lugar en que se presentaban los futuros bachilleres y licenciados de la Universidad salmantina a su examen final; éste era oral, por supuesto y ante un duro tribunal formado por las autoridades universitarias. Los que aprobaban salían por la puerta principal del templo cubiertos de honores. Los que suspendían hacían su vergonzante salida… por la Puerta de los Burros. En este caso pues, el nombre no se refiere a los pacientes rucios sino a ese tipo de estudiantes que los que hemos trabajado en la enseñanza conocemos más que de sobra.

Que digo yo y ahora se me viene a la cabeza. ¿No sería interesante habilitar una Puerta de los Burros en Moncloas, Ministerios y Consejerías varias para aquellos próceres que nos hayan gobernado como auténticos asnos? Aunque sólo fuese una puerta virtual. Ahí dejo la idea aunque no insisto que ya he dicho que hoy tengo relajada la vena volteriana. Pero no me parece mala idea para retomarla en un futuro.

Fotos tomadas por el autor.

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