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27 de febrero de 2012

EL PEDRÓN


Todo el Camino de Santigo, desde las oscuras tierras hiperbóreas hasta las suaves montañas galaicas, está sembrado y florecido de leyendas de todo tipo. Desde San Martín de Tours, que alcanzó la santidad por partir su capa para darle la mitad a un mendigo, hasta la propia aparición de la tumba de Sant Yago en el Campus Stellae.

A propósito de San Martín, ¿santo por sólo media capa? Si se la llega a dar entera, que era lo suyo, ¿le hubiesen hecho santo cum laude?  Perdón, no voy a ser yo quien lo critique que gracias a su media generosidad tenemos preciosas iglesias y una magnífica imaginería a lo largo de todo el            Camino.

De entre todas las leyendas, las más maravillosas en sentido literal, son las de la llegada del santo  a la Gallaecia romana. Recordemos; Santiago, hermano mayor de Cristo según los Evangelios más o menos apócrifos, es condenado a muerte y decapitado en Palestina. Sus discípulos,  Teodoro y Atanasio, recogen su cuerpo (y es de suponer que también la cabeza), lo embarcan en una barquichuela en Jaffa, y navegan a lo largo del Mediterráneo, las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) y el Atlántico hacia costas gallegas. Su desembarco tendrá lugar en la desembocadura del Sar, en la antigua Iria Flavia, actual Padrón.


En ese momento, es cuando comienzan las maravillas y sacroartificios cuyo relato dejan con la boca abierta al humilde peregrino. Por algún sitio leí que en el momento de la llegada la barca era de piedra, lo que rompe con todo lo que Arquímedes pudiera pensar y decir. Son unos caballos marinos los que la sacan del mar, no sin que antes los dos discípulos no hubiesen salvado de ahogarse a un príncipe que había caído a las aguas con armadura y todo. El barquichuelo, no discutamos sobre sus materiales de construcción, queda amarrado a una magnífico monolito: el “Pedrón”, que hoy podemos ver y adorar bajo el altar mayor de la Iglesia de San Jacobo en Padrón (¿pillan el origen del nombre del pueblo?). Se trata de una magnífica estela romana que, efectivamente, muestra marcas de desgaste en sus esquinas como si hubiese servido de punto de amarre durante mucho tiempo. Es para mí uno de esos objetos que cuando lo vi me hicieron sentir un cierto temblor histórico; no por lo cierto de la leyenda,  sino porque algo queda en ellos, en esos restos materiales,  de las miles de personas que a lo largo del tiempo han depositados en ellos su fervor, esperanzas y creencias en un mítico mundo suprahumano.


En Iria Flavia los pobres Teodoro y Atanasio las pasaron moradas por culpa de la mandamás de esas tierras, la reina Lupa, hija nada menos que de Julio César. Por cierto, de ese nombre, Lupa o Lupo (lobo) derivan todos los López que por nuestras tierras existen. Bien, esta buena señora, por motivos no bien explicados, les toma ojeriza y les hace de todo: desde aherrojarlos en lúgubres calabozos hasta enviarlos a recoger una peligrosa manada de toros diciéndoles que son bueyes para uncirlos  al carro en el que debían transportar al Santo. También es mala leche la de la Lupa. Pero nada puede detener el camino de Santiago hacia su tumba definitiva; los discípulos escapan de las cadenas milagrosamente, los morlacos se vuelven mansos y la reina gallega hija del César, tras otros milagrillos como la levitación del santo cadáver, hundimientos de puentes con sus tropas en lo alto y otras menudencias, finalmente  ve la luz y se deja bautizar. Incluso donará los terrenos en el Campus Stellae donde se enterrará definitivamente al Apóstol, lo que no me extraña visto cómo se las gastaban las fuerzas celestiales cuando se les llevaba la contraria.

En la ladera de un monte que domina Padrón, hay un par de ermitas que dejan memoria de todos estos asombrosos hechos. En una de ellas se encuentra una imagen del Santo que se procesiona el día de la romería que se celebra en dicho lugar. Las romería gallegas son fiestas dignas de vivirse: vino, pulpo, empanadas, música, baile… Quizás por ello la imagen a la que me refiero tiene uno de los nombre más graciosos (con esa ironía tan, tan gallega) que he escuchado nunca: Santiaguiño “o Parrandeiro”. Y es que ni los más grandes santos pueden con el canchondeíto de las muy católicas Españas.

Fotos: 1.-Padrón con la Iglesia de San Jacobo en primer plano. 2.- Iglesia de San Martín, Salamanca. 3.- La barca de Santiago, Padrón. 4.- El Pedrón. 5.- Bautizo de la Reina Lupa, Padrón. 6.- La ermita de Santiaguiño “o Parrandiero”, Padrón. Tomadas por el autor.



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