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25 de octubre de 2011

EJECUCIÓN PÚBLICA




Existe en el pueblo de Llerena (Badajoz) una preciosa iglesia, la de Nuestra Señora de la Granada. Es una magnífica construcción absolutamente ecléctica. Su campanario es un mudéjar espectacular cuya base aún conserva parte del primitivo alminar andalusí. Las naves tienen una estructura renacentista que no obsta para que la capilla lateral principal esté construída en un magnífico gótico tardío. Los retablos son barrocos como barroco es un precioso Cristo crucificado de Zurbarán expuesto en la antedicha capilla.

Pero lo que más llama la atención es un edificio adosado a su fachada principal. En él encontramos la portada de la iglesia y sobre ella dos plantas de galerías de arcos de medio punto abiertas a la plaza principal del pueblo. Es una construcción tremendamente original y de una gran belleza estética. Otra cosa muy distinta era su función. Parece ser, por lo que he leído, que servía de palco multitudinario para los autos de fe o fiestas de toros y cañas que se realizaban en la plaza mayor. Recordemos que los autos de fe eran los espectáculos públicos que se montaban entre Inquisición y Estado en los que se castigaba a los herejes, conversos relapsos (judíos o musulmanes que habían aceptado el bautismo pero que continuaban con las prácticas de su anterior religión), mujeres acusadas de brujería y demás elementos sociales que no tenían cabida en aquella España dominada por la Iglesia Católica en connivencia con la Monarquía, tanto de Austrias como de Borbones.

Los castigos podían ser muy variados para el disfrute del entusiasmado público: azotes, penitencias y penas de muerte. A su vez, éstas podían ser de dos tipos: el garrote vil para los condenados arrepentidos o la hoguera para los que les decían a los inquisidores que podían meterse sus preceptos por   allí donde su imaginación discurriere. Estos últimos no se libraban pasara lo que pasase. Si conseguían escapar, se quemaba su efigie. Si conseguían morirse antes del terrible tormento de las llamas, se quemaba su cadáver. Todo ello, como apuntábamos, en un espeluznante espectáculo público en el que no faltaban cánticos, procesiones, paradas militares, damas nobles enjoyadas o la asistencia de los grandes capitostes o incluso del Rey en algunos casos. No desaprovechaba la ocasión el entregado público para insultar, escupir o zaherir de mil formas posibles a los condenados que eran llevados al tormento vestidos de infamantes túnicas y capirotes penitenciales.

¡Qué barbaridad! Nos podemos escandalizar y con razón. Hombres de toda calaña convertidos en bestias para sacrificar a semejantes convertidos en víctimas deshumanizadas. Incluso se construyen edificios específicos que sirvan de digno graderío para facilitar la participación en la salvajada.

Podemos enorgullecernos que hoy, tres o cuatro siglos después, ya no se nos ocurre hacer algo parecido. Me refiero a lo de construir edificios, porque en cuanto al espectáculo público de la masacre lo seguimos disfrutando.  No tenemos más que ojear los periódicos, o mejor aún, darnos un paseo por You Tube y sitios de Internet similares para que se nos llenen los ojos y el alma del linchamiento de Gadafi, sus hijos y seguidores. Sin perdernos nada: apresamiento, resistencia, tiro en la nuca, cadáveres expuestos… todo lo tenemos en la red y en la prensa digital sin pudor alguno, diría que de forma obscena. No nos hacen falta edificios especiales; para eso está la red global que permite la impudicia global. El que el libio fuese un dictador sanguinario no justifica nuestra actitud de espectadores sanguinarios. No quiero atreverme a pensar que en el fondo de nuestras conciencias seguimos siendo como el populacho que disfrutaba viendo arder a semejantes en las hogueras eclesiales. Prefiero creer que es cosa de medios de comunicación que han perdido la humanidad en aras de las ganancias. ¿O no?

Fotos: Iglesia de Nuestra Señora de la Granda (Llerena) y “Auto de Fe” de Pedro Berruguete.


1 comentario:

Anónimo dijo...

! Qué razón tienes !. "Poderoso caballero es don dinero".
Los medios llamados "de comunicación" son meros escaparates de nuestros mas bajos instintos y se dedican a ofrecernoslos mas rápido, con mas colorines, en todas las plataformas.
Pero eso sí, ninguno se detiene a agitar nuestras conciencias o cuando menos intentar que nos preguntemos, ¿hasta donde queremos llegar?