Select a language

27 de mayo de 2011

VIAJE POR EL ADRIÁTICO


Cuando comencé este blog me propuse que fuese sobre Historia, Arte y también viajes. La verdad es que pronto quedé absorbido por la historia y el arte y sobre viajes he hecho poquita cosa siendo, como creo que son, un elemento fundamental para nuestro desarrollo personal y, sobre todo, para intentar quitarnos de encima el pelo de la dehesa que tántas veces se nos ve. Intentaré corregir esta carencia empezando por ahora mismo.

Hace tiempo (me parece ayer, pero fue hace tiempo) me hice un vajecito por el mar Adrático que el único defecto que tuvo es que fue corto. Cuando hablamos del Mediterráneo creo que todos pensamos rápidamente en el Egeo por su tirón histórico y legendario con sus aqueos y troyanos, cretenses y griegos y demás parafernalia clásica. Dejamos en olvido ese Adriático, encajado entre Italia y tierras tan sugerentes como el antiguo Epiro, el Golfo de Lepanto, la isla de Ítaca en la que Ulises y Penélope tejieron su manto de fidelidad y violencia. En sus orillas orientales, que hoy llamamos balcánicas, asentaron los venecianos su imperio comercial con joyas como la ciudad de Ragusa, actual Dubrovnik. Desde ellas amenazó el turco la integridad económica y política del occidente europeo, dejando a cambio constancia de su arquitectura, religión y formas de entender el mundo. Por ellas pasaron y quedaron encallados en su belleza viajeros como Lord Byron  o el naturalista Gerald Durrel que utilizó la isla de Corfú como escenario para su deliciosa obra Mi familia y otros animales, cuya lectura es antídoto contra  los dolores que produce la mala leche. Javier Reverte en Corazón de Ulises escribe sus mejores páginas, en mi pobre parecer, al describirnos su estancia en Ítaca. Y tantos más. Lo malo de nombrar a dos o tres es que te dejas cientos enredados entre las teclas del ordenador.

Y Venecia. No es que Venecia esté en el Adríático; es que es el Adriático. Lástima que mi estancia en ella fue de horas mal contadas y el aparaterío fotográfico que llevaba era bastante primitivo. Por ello no os puedo dejar un testimonio gráfico que merezca la pena. (Todavía; me debo a mí mismo un regreso a Venecia como mandan los dioses).

Pero si os tengo que relatar el momento más maravilloso de este viaje, tengo que reconocer que no fue exactamente en el Adriático, sino yendo hacia él. Ocurrió en un amanecer cuando, doblando el sur del Peloponeso griego, apareció entre la bruma y los rosados dedos de la Aurora, como lo describe Homero, la isla de Citerea. En la espuma de sus olas nació Afrodita y estoy seguro  que fue una madrugada como la que cuento, de luz mágica en un momento que el mar, la tierra y el aire no tienen límite sino que se funden en íntimo homenaje a la única divinidad que ha merecido la pena ser inventada: la que nos regaló el amor apasionado entrelazado en el oriente nacarado de la venera que dio a la luz su cuerpo esplendoroso. 

 Foto: "Nacimiento de Venus" de Sandro Botticelli

Artículo relacionado: http://historia-y-arte.blogspot.com/2011/09/el-nacimiento-de-venus.html  

Ofrezco algunas imágenes en este enlace: 

No hay comentarios: