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12 de diciembre de 2010

¿QUIÉN ES ESPAÑOL?



Tenía yo pendiente hacer una cosita sobre la Restauración  borbónica de 1.874, pero es imposible tocar un tema tan complejo en las pocas líneas que permite una entrada de blog sin matar de aburrimiento al pobre infeliz que por estas páginas caiga. Podría dejarme llevar por  imágenes tan jugosas como la de ese general Pavía entrando a caballo en el Parlamento, ( más espectacular que un simple tricornio  y bigote imposible de tiempos más recientes), de ese general Martínez Campos cuya estatua fue siempre mingitorio público para palomas en el Retiro de Madrid, de la inefable María de las Mercedes “notevayasdesevilla”, o del golfo de AlfonsoXII fijado en el recuerdo de toda una generación por un actor de películas malas y sexualidad poco definida.

Pero no. Me voy a una personaje más gris e infinitamente más genial que fue el paisano malagueño don Antonio Cánovas del Castillo. Una figura de nuestra historia altamente controvertida . ¿Era tan feo como lo describían sus enemigos y sin embargo un pillín de éxito entre las bellas damiselas de velo y misa dominical de aquella corte zarzuelera? No entremos en ello que para rastreros cotilleos ya está el quinto jinete apocalíptico llamado televisión .  ¿Fue el modernizador del Estado español o un cazurro reaccionario impulsor del caciquismo y otros grandes males de nuestro áspero suelo patrio?  ¿O todo ello al mismo tiempo?

Recordemos nuestro siglo XIX hasta esas postrimería en que aparece don Antonio en escena: una brutal guerra contra el imperio napoleónico que tuvo mucho de guerra fratricida; tres guerras civiles entre la España más oscuramente reaccionaria y clerical y los otros (sin definir); varias constituciones, alguna de tan corta duración que una de ellas no llegó ni a ser publicada por falta de tiempo antes de su derogación; innumerables golpes de estado militares (literalmente: no podría decir el número sin consultar los libracos) bajo forma de pronunciamientos, asonadas y cuartelazos varios, dados siempre por militarotes salvapatrias. Tres monarquías distintas (Bonapartes, Borbones y Saboyas), una República con cuatro presidentes en menos de un año, un levantamiento cantonal que a punto estuvo de deshacer el tejido patrio, la pérdida de un imperio… y todo ello en 70 años mal contados.  O sea, para mear y no echar gota que dicen los murcianos.
Ese es el país que Cánovas recoge. Y con esos mimbres hace el cesto de una constitución que duró, mal que bien, de 1.876 a 1.931; serenó el patio de vecindonas con la alternancia de partidos; constriñó las veleidades borbónicas a una monarquía constitucional; envió al ejército a sus cuarteles; comenzó en serio la modernización e industrialización del país. Bien es verdad que, a cambio, la democracia estaba prostituída por el sistema caciquil; que la clase obrera fue marginada y reprimida en todo lo posible; que a la Iglesia, para que participase en el proceso y dejase de echarse al monte, se le dieron unos privilegios y prebendas que hasta hoy; que no hubo una política exterior que pusiese a España en Europa en vez de quedar a caballo entre África y los Pirineos. El historiador no debe hacer juicios y que cada cual se pida la tapa que le apetezca.

Lo que no se le puede negar a don Antonio es inteligencia y esa socarronería tan malagueña adobada con fatalismo andaluz.  Cuando se estaba cocinando la Constitución del 76 los pater patriae se atascaron con uno de los primeros artículos: se pone en solfa las españolidad de los ciudadanos de las colonias es decir, los cubanos, filipinos, habitantes de las islas Marianas (¿”marianistas”?) y algún escaso etc que se me escape de los tristes girones que quedaban del antiguo imperio donde no se ponía el sol. Así que una comisión se presenta ante Cánovas para que dé su opinión sobre el espinoso tema:

-        Don Antonio ¿quién es español?-
Y nuestro paisano, supongo que con cierta malicia en su mirada estrábica,  contestó:
-         Español es el que no puede ser otra cosa.  
Foto: retrato de Cánovas del Castillo
 

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